Mi llegada a Honduras fue muy particular. En Colombia, fui estudiante del SENA C.A.S.A, sede Aguas Calientes, ubicado en el municipio de El Playón, Santander, a 1 hora de Bucaramanga. Allí aprendí las técnicas básicas para el manejo de cultivos, luego estuve en una empresa de palma de aceite llamada Indupalma, haciendo una pasantía en investigación y desarrollo. Más adelante, trabajé en el centro de investigación Motilonia, perteneciente a CORPOICA en el municipio de Codazzi Cesar. Desde allí, empecé a solicitar fondos a más de 40 entidades incluyendo empresarios, alcaldías, ICETEX y hasta a la Presidencia de la República, pero ninguno de ellos me apoyó en este sueño de ser Zamorano, entonces, decidí ponerlo todo en manos de Dios.
Cuando pensé que todo estaba perdido, recibí una llamada, exactamente un 14 de diciembre, informándome que la fundación Bolívar Davivienda, me había otorgado una beca que cubriría el 100% de mi carrera. Me informaron también que debía estar el 5 de enero en Honduras para iniciar mis estudios en ingeniería agronómica.
Para mí fue una gran noticia, recuerdo que pasé tres noches sin dormir, me sentía ansioso, con muchas expectativas. La emoción me invadía. Recuerdo que mi reacción fue no dormir en 3 días. La emoción me invadió por completo y rápidamente hice la gestión de mis documentos; comencé a realizar la gestión y a recopilar la documentación necesaria, tomé mi maleta y, lleno de miedos y de muchas expectativas, emprendí un viaje rumbo a un sueño en la Escuela Agrícola Panamericana Zamorano, en Honduras.
Cuando llegué a Zamorano, me dieron un uniforme azul, unos zapatos de trabajo punta de acero de 1kg de peso cada uno, esto para ponernos en igualdad de condiciones, y para que comprendiéramos que todos somos iguales sin importar nuestros orígenes o condición socioeconómica.
Cada año en Zamorano, fue formando algo diferente en mi vida, en primer año aprendí a adaptarme, a obedecer y a seguir instrucciones, a trabajar duro en extensas jornadas y aprendí de todas las bases de la agricultura. En segundo año, me dieron un poco más de responsabilidad y ejercí un rol mixto entre trabajo y supervisión, el nivel académico se hizo más interesante. En tercer año, me dieron altas responsabilidades, el vacunar ganado, cuidar un parto de cerdos, dosificar una fertilización o manejar procesos muy específicos en laboratorios. En cuarto año, se me otorgó la función gerencial, tuve a cargo procesos en diferentes rubros agropecuarios y tuve que vigilar las actividades que realizaban los compañeros de los años inferiores.
Convivir con colegas de más de 17 países fue algo increíble, con ellos compartimos cultura, costumbres y platos típicos. Me encantaba cuando nos sentábamos a discutir la experiencia que cada uno había tenido en su país para solucionar problemas relacionados con la agricultura, porque intercambiábamos diferentes estrategias y la solución resultaba en una mezcla de lo que todos estábamos debatiendo. Aquí aprendí lo que significa el panamericanismo.
Cada uno de los módulos de aprender haciendo, fueron experiencias únicas que me permitieron poner en práctica en campo y laboratorios, todo lo aprendido en los salones de clases, porque “lo que se aprende haciendo, no se olvida jamás”. Uno de los lemas insignias de la universidad “El trabajo todo lo vence” se convirtió en una de mis mayores lecciones de vida, porque el trabajo me ayudó a vencer los miedos, las inseguridades, los momentos difíciles y las angustias que tuve que vivir.
Me siento afortunado de poder tener tantos momentos únicos que jamás había soñado. Tener la oportunidad de estar con el presidente de la República de Colombia, Juan Manuel Santos, y el Presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, contándoles mi experiencia en Zamorano y motivándolos a que apoyaran a más colombianos a cumplir este sueño fue algo maravilloso. Ir a Colombia a promocionar Zamorano, en el departamento de Boyacá, me llenó de alegría y me sentí orgulloso de representar a mi país. Viajar dos veces a Estados Unidos para hacer una gira educativa por todo el Estado de la Florida y una pasantía en Louisiana State University, en un laboratorio costero de mejoramiento genético de plantas y biología molecular, han sido experiencias únicas que han marcado mi vida de una manera excepcional.
Poco a poco, me fui convirtiendo en un hombre de éxito, en un profesional que soluciona, que define una ruta y que es capaz de desenvolverse en cualquier escenario con facilidad. Si algún día Dios me da los medios, me gustaría apoyar a un colombiano que, como yo, tenga ganas de entregarle su vida a esta labor tan noble como es la agricultura.
Siento dentro de mí, el deseo de que alguien más reciba lo que yo pude recibir.
Definitivamente, Zamorano me cambió la vida y espero que siga cambiando la vida de muchos jóvenes, porque eso es lo que necesitan nuestros países, “Agentes de cambio”.
“Si una pequeña semilla, expuesta a un ambiente extremo logra desarrollarse, crecer y dar fruto, imaginémonos lo que hará cuando tenga condiciones ideales”
Juan David Jiménez Pardo
Clase 2018
Ingeniería Agronómica
Escuela Agrícola Panamericana, Zamorano
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